La reunión del pasado
lunes 17, en el teatro Italia, donde la comunidad debía informarse sobre las
“virtudes “ del proyecto energético propuesto
por la empresa Fronteras S.A
,
fue un claro ejemplo de desmesura y
carencia de capacidad organizativa.
Ante la posibilidad de instalar un emprendimiento con
impacto ecológico y social, la función del estado debería ser la docencia fundada en realidades científicas y
en la construcción de escenarios
futuros. En lugar de facilitar, el municipio puso barreras: la población
debía informarse, a través de un extenso
dossier de 600 páginas, que debía comprarse, del mismo modo que deben adquirirse los pliegos para participar en una
licitación. La magnitud de la información y el precio, impedía evaluarla, situación que viciaba la
convocatoria.
La anarquía de la presentación sólo era comparable a una de
las tantas asambleas universitarias de la década de los setenta u ochenta, en
la que la confrontación de grupos, partidos o intereses, concluía sin
conclusiones, y con colecciones de agravios.
Sin capacidad para ordenar, los representantes del municipio, actuaron
como coordinadores de la exposición (sesgada) realizada por los representantes
de la empresa.
Al decir de los empresarios, el emprendimiento no tiene
ningún impacto sobre la naturaleza ni sobre los habitantes. Es curioso que no se mencionara siquiera la
posibilidad de daño ambiental. Los
argumentos de los expositores solo mostraron virtudes. Parece ser que la
explotación intensiva de recursos naturales, en lugar de diesmarlos, los
favorece.
Faltaron varias cosas: convocar adecuadamente a los actores
de la comunidad, participar a los habitantes de una decisión que compromete (o
hipoteca) su futuro. La desinformación oscurece y agrede a la libertad de los
ciudadanos.
¿Existe desconfianza? Por encima de la conformación de las
empresas (sociedades anónimas), se sabe que la integran personajes que tienen
más prontuarios que antecedentes, que fueron condenados por diversos delitos,
situación que no permite considerarlos inocentes corderos o benefactores
sociales. Si se pretendiera instalar un centro de atención de niños y
adolescentes, seguramente habría
acuerdo, pero si el coordinador de esa institución fuera el padre
Grassi, el rechazo sería prevalente. No es nuevo que la calidad de las personas
califica sus acciones.
Si se propone trabajo a una comunidad carente y con
desocupación, el consenso aparece, pero
el punto crítico estriba en la calidad y las consecuencias de esa oferta, es
decir, el cómo condiciona al qué.
El lunes pasado el teatro Italia no albergó a una asamblea
comunitaria, sino a una de las tantas tragicomedias que se anuncian en sus
carteleras. Rescato las palabras, ahogadas entre diversos argumentos, de
algunos habitantes de Puerto Ruiz (los verdaderos comprometidos, los actores
reales e inconsultos) que reclamaban trabajo y dignidad. Mientras los voceros de la empresa, esgrimían
cifras, estadísticas incomprobables y verdades inciertas, entendí que la razón
estaba en esos hombres y mujeres, y que
la verdadera historia no está en quien la cuenta, sino en quien la sufre.
En nuestra comunidad
existen actores calificados y con capacidad para elaborar juicios de valor,
hacer proyecciones y construir escenarios. Sería importante que el Municipio
solicite un estudio de impacto
ambiental, realizado por una Universidad Pública . El informe debería cotejarse
con el de la empresa, evitando que el lobo se convierta en el tutor de las
ovejas.
Un proyecto de esta naturaleza debe estudiarse, juzgarse y
consensuarse. Nadie puede arrogarse la facultad de abrir una
puerta que luego será difícil de cerrar.
Luis Alberto Laporta
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